La mejor parte de Como pez en el agua -preestrenada el jueves en la sala Capitol, de Bilbao, con la colaboración de y Radio Popular- es ésa en la que Jez y Dylan, o sea, el tándem masculino del film, rescata en flash back pedacitos de su azarosa vida; o tal vez no, tal vez gane por la mano el que Georgie, esto es, la chica que convierte el tándem en un triunvirato mixto, planee un velatorio con plañideras de goma; aunque tampoco son mancas las partes en que Dylan sufre barricadas intestinales, Jeremías pierde los pantalones o ésa en que un puñado de ridículas víctimas del pillaje recita un precioso poema infantil.
Y todo porque la película de Schwartz hace cosquillas amables. Parece divertida y lo es; cómica, simpática, y lo es; parece romántica y hasta un pelín socarrona, si se quiere, y también. Pero si algo es, y a fe que lo que es, es fresca, ágil, brillantemente sencilla y sencillamente brillante. En términos empíricos es casi de ley eso de que si el guión funciona casi todo funciona. Branagh, Leigh, Cataneo... lo saben. Felizmente, la escuela del ingenio y del buen utillaje cinematográfico -en la que no todos rinden culto a Mr. Presupuesto- ha abierto sedes más allá de Nueva York. Gran Bretaña aprende, y de qué manera.
Así, no sorprende que Full Monty, un caso, se lleve el gato al agua en la temporada del celuloide, ni que Como pez en el agua merezca el beneplácito -carcajada incluida- del espectador. Si encima, el guión toma alas con Kate Beckinsale (magnífica en La hija de Robert Poste), Dan Futterman (Una jaula de grillos) y Stuart Townsend (Trojan Eddie); semianónimos actores que conquistan a pulso el marchamo de promesas seguras, pues la verdad, resulta poco menos que imposible atragantarse con las espinas de estos pescados.
Supongamos un par de picaruelos que todo lo más se parecen es que no se parecen en nada. Miento, ambos son huérfanos. Supongamos que las piezas en cuestión practican una línea ética un tanto tergiversada. Dicho sin escamas, pues, que lo de estafar, timar y demás no lo ven muy mal. «Somos los Robin Hood de los noventa» alardean. Supongamos que en el zipizape se cuela una chica como Georgie. Y que ésta, primero no...; luego, un poco..., y al final... ¡sorpresa! Por ahí va la cosa. Por ahí van los peces y va el agua. Y no van nada mal.
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