Va por ti Manolo

Se esperaba mucho de un cartel muy atractivo: El Cid, David Mora y Daniel Luque. Sólo David Mora aprovechó la insistencia de la necesidad para adecentar, in extremis, una inquietante Feria de Abril; un difícil toro de Moisés Fraile fue su aliado y su enemigo; lo levantó del suelo en una fea voltereta. Las reses de El Pilar, enrazadas y con demasiadas complicaciones en tiempos de ovejos y babosas. Amenazaron siempre y los diestros anduvieron como puta por rastrojo o, como decía Paco Umbral, como geisha por arrozal.

A un subalterno tan firme y torero como Boni un fraile le tiró un viaje que por poco lo destaza. Toros que gustan a los aficionados y desazonan a los toreros. Manuel Jesús está de vuelta de muchas cosas; tan de vuelta que, posiblemente, ya no sea El Cid, aunque nunca se sabe; Daniel Luque se asomó al abismo de los tres avisos por falta de cabeza; en un toro tan correoso e imprevisible no se puede demorar la faena y entrar a matar con un recado en los oídos; luego pasa lo que pasa. Luque, pese a su rabia de novillero, sale tocado de Sevilla; y David Mora anda más crispado que de costumbre. La Maestranza se lo ha señalado. Mora ha salvado los muebles, tras un volteretón espeluznante que lo encorajinó y conmovió los tendidos. 

La Maestranza es una plaza transmisora de sensaciones que parecen evanescentes pero son muy concretas. Antes se veía en sus tendidos a escritores y periodistas de élite; ahora, salvo algún día de relumbrón, no se ve a nadie. La Puerta del Príncipe ya no es la pasarela de la intelectualidad. Hace siglos que no veo a Manuel Alcántara en la Maestranza: bueno, hace siglos que no veo a Manuel. Leo su columna. No hace mucho leí una magistral y sabia como siempre: ensayo general. Acaso más melancólica que de costumbre.

«Me acoge un sol confesionalmente malagueño y un fragmento de Mediterráneo». No quisiera marcharme de esto de los toros sin ver con Manolo una corrida en la Malagueta. Desde la muerte de su mujer, Paula, Alcántara hace más toreo de salón que de plaza y campo. Con el tiempo, su columna ha ido ganando en pureza y compromiso, esa palabra tan vituperada y tan desprestigiada por muchos «compromisarios»: maestro de periodista como algunos toreros son toreros de toreros. Manuel Alcántara anda convaleciente de algunos arreones de la vida, con la sapiencia de un Séneca malagueño y la disposición vital de un Epicuro crepuscular. Hace unos meses hablábamos de un proyecto de tauromaquias que se fue al carajo; en él no figuraban ni El Cid, ni David Mora ni Luque. Manolo se reservó la tauromaquia de Pepe Luis Vázquez, su torero, que es un poco como su poesía y sus columnas: transparencia, clasicismo, gracia. De esto poco tuvieron los toreros de ayer.

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