Siempre que mencionan a Philip Treacy, O.B.E. me acuerdo de Anatole of Paris, el misógino antihéroe de una canción políticamente incorrecta de Danny Kaye, que creaba sombreros con un trozo de patata frita y un recuerdo de la Torre Eiffel. El irlandés, rey del buen gusto, jamás combinaría chips con souvenirs, pero es verdad que es el rey del mix insólito. Sobre todo, en esos tocados que creaba especialmente para su musa, la desaparecida Isabella Blow, que ella llevaba con tanto panaché para hacernos olvidar que no era muy atractiva.
Hasta un alto bouquet que decoró la cabellera de Sarah Jessica Parker en el estreno de la infame segunda parte de Sexo en Nueva York, que en manos de otro sombrero podía haber resultado el colmo de la cursilería, con sus mariposas disecadas anidando entre flores, fue el colmo del chic.
Quizá por eso, haya sido acogido en el seno de maisons de couture extranjeras, como Chanel o Valentino, generalmente suspicaces de toda la moda procedente de la Pérfida Albión, para que les crease los chapeaux de sus colecciones.
Y quizá por ello haya sido el autor de la friolera de 36 tocados en la boda de los duques de Cambridge, incluyendo el lazo que llevó Beatriz de York que parecía un homenaje a la mítica decoradora Dorothy Draper.
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