En Manhattan corres aunque no tengas prisa

Ha gastado las suelas de sus zapatos en Japón y en Cuba, en Bulgaria y en París. Iba para ingeniera industrial, pero cambió las máquinas por el amor a las palabras y estudió Filología inglesa. Encontró su camino cuando se graduó en la American Academy of Dramatic Arts (AADA) de Nueva York. Lo de Puy Navarro es puro movimiento; de hecho, es profesora de movimiento en Manhattan. Y como el movimiento se demuestra andando, abre los ojos, habla, gesticula y ríe sin parar. Lleva 10 años aquí, «estando en Cuba -explica - me di cuenta de que si quería trabajar profesionalmente como actriz, necesitaba una educación formal. Había actuado en Japón y en Francia; pero sentía que necesitaba algo más, una caja de herramientas, y eso lo encontré aquí. 

Da igual si quieres estar con directores americanos o extranjeros, todos pasan por esta ciudad». Su curriculum parece las páginas amarillas: productora de teatro y cine, traductora, directora artística, actriz… No le queda otra que madrugar: «Me levanto muy temprano, doy alguna clase de voz y otra para el cuerpo, yoga, gimnasio o sevillanas. Luego hago meditación». Así, con las baterías cargadas y el alma serena acude a su trabajo en el AADA. También da clases particulares, traduce, dobla, rueda anuncios, «incluso trabajo de recepcionista, cualquier cosa que ayude a pagar las cuentas, porque aquí todo es caro y tienes que espabilar». 

Dice que «lo mejor de vivir en Manhattan es poder crecer y aprender, ver la vida a través de los ojos de otra gente, de culturas completamente diferentes a la nuestra». El único peaje que lamenta tener que pagar por no estar en su casa de Valencia es que «aquí nadie te da abrazos como los damos nosotros. Pero no siento el desarraigo, porque tengo muchos amigos españoles. Además, internet me deja saber todo lo que está pasando en España». 

No hay playa de arena ni Fallas ni arroces ni mascletás; tampoco sobra el sol y el metro está sucio, «pero existe una aceptación de cualquier raza y cultura, una convivencia sin prejuicios clasistas que no se da en Valencia. La gente se ayuda en su profesión, hay menos envidia y más apoyo al trabajo bien hecho y a la personalidad única de cada ser humano». Tampoco hay siesta y, aunque en España Puy no se la echaba, ahora la añora como un paliativo del frenesí. «Aquí corres aunque no tengas prisa -explica-. La gente come caminando, en la oficina, en un parque, en el metro. Sin darme cuenta, yo estaba haciendo lo mismo, sin servilleta de tela, con cubiertos de plástico, en un vagón de metro. 

El tiempo es oro, no puedes dejar de trabajar porque eso significa dejar de producir.» En el Harlem hispano, Quinta Avenida, a cinco manzanas de Central Park, comparte piso con dos portorriqueñas: Denise Quiñones, que trabaja con ella en el Teatro del Repertorio Español y fue Miss Universo 2001, y Milena Pérez, otra actriz. Por la noche hay en el barrio demasiados tigres dominicanos vendiendo droga. Puy tiene a Yolanda, dueña de un Deli debajo de su casa, que la cuida y la ayuda. Antes, vivió durante dos años en el East Village, por eso su lugar favorito es «el Yaffa Café, un pequeño restaurante de comida mediterránea, muy almodovariano, abierto 24 horas, 365 días al año, con WiFi. Fran Reyes (director teatral) y yo hemos hecho allí la producción de nuestros shows hasta altas horas de la madrugada, y hemos encontrado grandes amigos».  «En Manhattan corres aunque no tengas prisa. La gente come caminando, en la oficina, en el parque, en el metro. El tiempo es oro.» 

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