No deja de ser una historia de amor

Pero la novela es, ante todo, una hermosa historia de amor. Rural o campesina, pero universal, casi cosmopolita. Como en una película del Oeste el lector sabe que el chico rebelde o valiente va a dejar la aldea y va a alejarse él solo hacia el horizonte ancho. 

Renunciando incluso a una vida familiar que le ha maravillado, pues «no son estos tiempos en que, como las hormigas, uno puede construir su pequeño agujero» (p. 262), y también como un gesto de vitalidad pues «el hombre que se desplaza vive, el árbol que se desplaza muere», según un dicho chino. Mas el narrador quiere que el relato termine, como escepcional historia de amor que es, en el momento álgido de un frenético orgasmo: «¡Qué luna más grande y redonda!» Y una fecha reciente, la del 22 de julio del año 1985, a punto la cincuentena, madurez de un autor. 

Podría ser oportuno -y especialmente pertinente para los fanáticos de la lectura selecta- terminar con una frase del libro: «Si leo libros, es precisamente porque quiero investigar cómo se podría edificar una sociedad donde reinara una auténtica igualdad entre los hombres»

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