Un fantasma recorre el mundo, el de la novela policiaca, un género que no distingue entre países G(-8), desarrollados, emergentes o en vías de desarrollo. Ya hay un detective palestino (Omar Yusef, criatura del inglés Matt Beynon Rees), y ahora es una escritora india, Kalpana Swaninathan, la que aporta a la ex policía Lalli, que, por ser mujer y de cierta edad, ya ha sido comparada con Miss Marple.
De hecho, la comparación con doña Agatha persigue a esta cirujana pediátrica que escribe libros infantiles y novelas de misterio (Siruela acaba de publicar en España La canción del jardinero, tras Los crímenes de Ardeshir Villa). Pero ella despeja el equívoco enseguida. «No, no soy en absoluto una heredera de Agatha Christie. Me parece maravillosa, pero ella es ella y yo, aunque no sea tan buena como ella, soy yo».
¿Y ese gusto por los ambientes cerrados (La canción del jardinero transcurre en una comunidad de vecinos)? «Quería hacer una parodia de la típica novela de asesinato en casa rústica aristocrática del Reino Unido», explica la escritora. La observación de que pocos odios son comparables a los que se incuban en una comunidad de vecinos le da pie para un encendido elogio del mestizaje y el multiculturalismo.
«Lo que engendra odios y violencia son los guetos en los que sólo hay un tipo de personas, separadas por una muralla de otros grupos, de modo que se constituye un ellos y un nosotros. Esto empieza a pasar en Bombay, que siempre ha sido conocida por todo lo contrario, por la convivencia entre distintos grupos; ni siquiera hace falta la tolerancia de unos grupos hacia otros, hay verdadero compañerismo. En cualquier autobús pueden coincidir cinco lenguas, cinco grupos étnicos y tres o cuatro religiones. India es una nación hecha de diversidades, y si no nos damos cariño unos a otros, dejaremos de existir como nación. Nuestra fortaleza ha dependido siempre de nuestra diversidad; hacer otra cosa sería un retroceso vergonzoso. La genética nos enseña el éxito que hay en la mezcla».
Volviendo a su estilo, se constata que su inserción en la tradición de la novela de enigma (eso no lo niega) no le impide incluir toques sociales, al estilo del género negro, la otra gran rama de la novela policiaca. «Es inevitable», afirma. «El objetivo de todo escritor es presentar su forma de ver las cosas dentro del mundo en que vivimos. Hasta un monólogo interior incluye la crítica social; mucho más una novela como ésta».
En La canción del jardinero, por ejemplo, se desliza una crítica a esos europeos (representados por dos turistas holandesas) poseídos por «el prejuicio arrogante de que en una semana pueden cambiar el destino de una nación; ni los portugueses ni los ingleses, que nos colonizaron durante siglos, fueron tan arrogantes de pensar eso».
Siendo cirujana pediátrica, no sorprende que escriba novelas para niños, pero las de enigma… «Lo primero es que las más difíciles de escribir son las infantiles. En cuanto a las otras, cada médico es un detective. Cuando un médico llega a un diagnóstico, éste no tiene tanto que ver con los análisis como con la forma en que el paciente ha llegado, con su lenguaje corporal, con la historia que cuenta su cuerpo, con todo lo que el médico ha observado».
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