Alguien ha escrito -yo mismo, probablemente entre otros muchos-, que los Rolling Stones se hicieron ricos y famosos sin necesidad de disimular que eran unos golfos y unos pasados. Unos chicos con los que un padre nunca dejaría salir a su hija. Claro que eso era hace unos cuantos años. Ahora algo así sería intolerable. La moral pública impuesta por los que mandan ya no permite esas alegrías.
La gente puede hacer lo que le de la gana en privado, pero que no se les ocurra hablar de ello; o cantarlo. Los músicos de rock -aunque sea aplicable a las demás facetas del espectáculo, el arte, y a la vida en general- deben aparecer como unos tipos muy buenos y responsables; grandes trabajadores, que ni beben, ni fuman, ni se drogan. El sexo, por supuesto, como no sea en sus formas menos imaginativas, no existe.
Constantemente son noticia escandalosa y marujil las andanzas de los ya veteranos -y algunos muertos- ídolos del rock: John Lennon se drogaba, David Bowie es bisexual, Jim Morrison fue alcohólico y de todo... Unos personajes que jamás fingieron que no hicieran esas y otras cosas hoy consideradas oficialmente tan horribles. Algo que asumían sus seguidores y oyentes a partir de las veladas sugerencias -la censura acechaba- de sus canciones. Contaba también, el que esos miles de seguidores las hacían por su cuenta. Y todo a la luz del día que se lo permitían los represores del momento.
Por tanto, los que están en el poder, mienten cuando afirman que también ellos son unos fans de los Rolling Stones y demás. O si no, al imponer hipócritas morales públicas, éticas calvinistas de que el trabajo dignifica, conductas sexuales de cuartel, están traicionando a sus antiguos compañeros de viaje que siguen divirtiéndose.
Comentarios
Publicar un comentario