Ahora, constatan, ha habido «un repunte fortísimo» de este tipo de colectivos sin ánimo de lucro en la región. De hecho, el 75% de las alrededor de 400 personas que hacen pedidos de su catálogo de más de 600 alimentos pertenecen a pequeños grupos de consumo.
«Aunque el factor medioambiental es muy importante, lo es aún más la educación alimentaria», explica Pilar Galindo, una de las entusiastas socias que dan aliento a La Garbancita Ecológica. De ahí que una de las actividades esenciales de esta agrupación sea organizar clases prácticas para niños de colegios de Madrid en las que, por ejemplo, les enseñan a diferenciar las verduras de temporada de las que no lo son.
Juana García, una abuela de las que había comprado siempre en comercios tradicionales, también se ha dejado seducir ahora por la moda de la agricultura ecológica. «Fue mi hija la que me metió en esto y la verdad es que está muy bien», relata mientras recoge el pedido que ha hecho previamente por internet en la página web del colectivo al que pertenece. «La verdad es que para nosotros dos [dice mientras señala a su marido, que carga con las bolsas] yo me llevo poco, pero imagínate los zumos naturales que se toman todos los días mis nietos...», apostilla con una sonrisa de satsifacción.
El auge de estos grupos es más reseñable si cabe en un momento de omnipotente crisis económica como el actual, ya que el consumo responsable es generalmente menos asequible que la compra de frutas y verduras en grandes superficies comerciales.
Cada miércoles, David Rentero cuelga su mono de trabajo en la huerta ecológica, carga la furgoneta con cajas repletas de verduras de temporada y se traslada hasta el centro de Madrid. Allí hace su ruta semanal por los puntos de entrega de mercancía que ha acordado con los grupos de consumo para los que trabaja.
Tiene 33 años y hace seis que optó por cerrar con llave la puerta de su vida en la gran ciudad y coger el testigo del negocio familiar en el campo que su padre le cedía. «Me decidí a dar el paso porque no quiero que se abandone el medio rural», argumenta mientras descarga banastas con habas, cebollas, espinacas y puerros.
A su negocio lo ha llamado LaHuertaSana, denominación descriptiva donde las haya, ya que lo que produce y distribuye él mismo es verdura y hortaliza de temporada con métodos totalmente naturales. Para ello, cuenta con varios terrenos en el término municipal de San Martín de Montalbán, en la provincia de Toledo.
David asegura que lo que más le gusta es «el trato humano» con sus consumidores, a muchos de los cuales llama por su nombre de pila, pero también confiesa que «cuesta mucho» que las cuentas salgan a fin de mes. El precio que le pagan directamente sus compradores por los alimentos ecológicos que él les suministra, explica, «es inferior» al que tendrían que abonar en una tienda especializada en este tipo de productos. A su juicio, los principales problemas para la propagación de esta modalidad de consumo responsable son «el desconocimiento» de mucha gente y el hecho de que «no hay mucha oferta».
Ecologistas en Acción señala que «los alimentos ecológicos se distinguen mediante un sello otorgado por la Unión Europea, aunque hay fincas que no necesitan certificación porque consiguen comercializar a base de la confianza del consumidor».
-A ver, chicos, ¿vosotros sabéis qué es eso de la agricultura ecológica?
-Que los alimentos son naturales- contesta el más rápido del grupo.
-Que no tienen sustancias químicas- añade otro con cara de ésta me la sabía.
La siguiente cuestión ya es más peliaguda: ¿qué es ese manojo de hortalizas con hojas verdes que sostiene la chica que les está haciendo una tournée por las instalaciones de La Garbancinta Ecológica?
-Patatas- aventura uno.
-Boniatos- sugiere sin mucho convencimiento el de al lado, que también se equivoca.
-Pues no, son remolachas.
-¿Pero las remolachas no son moradas?- apunta uno del grupo de los incrédulos.
-Claro, es que vosotros estáis acostumbrados a verlas peladas y en botes. Pero así es la planta al natural. ¡Y las hojas se puede comer!
Los chicos que se han quedado con la boca abierta con la explicación son alumnos de 4º de Primaria del colegio Escuelas Aguirre, que hoy han cambiado las clases con pizarra y pupitre por una sesión práctica sobre consumo responsable. De su paso por el local que La Garbancita Ecológica tiene en Vallecas muchos se llevarán a casa aprendida la lección de lo importante que es comer verdura de temporada porque tiene más vitaminas.
Después, los estudiantes se dividen por grupos para ayudar a los voluntarios que procesan los alimentos para que estén listos cuando vayan a recogerlos los consumidores. La visita concluye degustando una pieza de fruta ecológica.
-No nos iréis a dar remolacha para desayunar...- deja caer, por si acaso, uno de los niños.
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