Una visita a la Delaive Gallery de Ámsterdam, muy cerca del todavía cerrado por obras Rijksmuseum, testimonia el alto nivel atesorado por su dueño, acostumbrado a establecer relaciones personales con los artistas (algunos ya muertos) a los que admira. Sam Francis es uno de ellos, como también Georg Baselitz, Yves Klein o Takashi Murakami. «¿Le han contactado a usted para ir a Arco?». «No; ah, pero ¿es Holanda el país invitado?».
La contundente respuesta no deja en buen lugar a Xander Karskens, el comisario designado por el Gobierno del país de la Naranja Mecánica (como se conoce a la selección de fútbol que plantó cara a España en la final del último Mundial) y director del Museo De Hallen de Haarlem, no lejos del edificio consagrado a las joyas de Frans Hals. Tal vez porque el desembarco neerlandés en la feria madrileña apuesta por galerías de otro tono.
El programa Focus Holanda despliega los trabajos representados por 14 galerías. Ninguna de ellas muestra a Marijke van Warmerdam, una artista multidisciplinar que destaca especialmente por sus vídeos de slow motion influidos por Bill Viola, como se pudo comprobar hace unas semanas en la completa retrospectiva que le dedicó el excelente Museo Boijmans van Beuningen de Rotterdam.
Entonces, ¿qué se puede esperar de la patria de Ruysdael, Van Gogh, Vermeer, Mondrian o Appel en este Arcomadrid dirigido por Carlos Urroz? Pues la presencia de galerías como West, con obras de Lotte Greeven o Marius Lut, o como Wilfried Lentz, que apuesta por Wendelien van Oldenborgh. O Fons Welters, que exhibe la cinta Enjoy poverty, de Renzo Martens, y hasta tiene obra del mallorquín errante Pere Llobera.
Varias galerías, como Annet Gelink o Juliette Jongma, tienen en común que se plantan en Madrid con creaciones de artistas becados por la Rijksakademie, una suerte de eldorado a mayor gloria de proyectos fraguados a golpe de subvenciones públicas, aunque… por poco tiempo. A partir de 2013, los recortes afectarán a esta institución de forma drástica, tanto que se encuentra al borde de la desaparición. Un centro que abastece de artistas a los Países Bajos cuando acuden a la Bienal de Estambul, por ejemplo.
El caso es que la consecuencia de esta estrategia resulta obvia: el Gobierno holandés abandera una aterrizaje en Arco que incluye a artistas becados por las propias instituciones del país, pues la Rijksakademie (donde residieron españoles como Alicia Framis o, ahora, Rubén Grilo) se financia con fondos públicos.
Precisamente, otra de las galerías, Tegenbosch, fundada hace menos de tres años, irrumpe con Fernando Sánchez Castillo, otro español que desarrolla sus proyectos en Holanda. Su ideario se plasma en criaturas estéticas como el vídeo Gato rico muere de ataque al corazón en Chicago, en el que la pantalla escupe imágenes de un grupo de gente arrastrando la cabeza de una estatua. Es decir, la simbología del dictador derrocado.
Pero la invasión del arte holandés en Madrid no acaba en Arco. El Palacio de Velázquez, perteneciente al Museo Reina Sofía, mantiene abierta la exposición sobre René Daniels, que hunde sus raíces en los postulados del punk. Y La Casa Encendida, de la Obra Social Caja Madrid, acaba de inaugurar la colectiva Un paisaje holandés.
Además, Navid Nuur en el Matadero, Aernout Mik en el Centro de Arte Dos de Mayo de Móstoles y DJs holandeses en Callao.
Hombre, lo de Pere Llobera "mallorquín errante" debe ser un lapsus porque por Google aparece una calle con ese nombre en Palma, pero es de Barcelona (1970) y, salvo una temporada becado efectivamente en Holanda, siempre ha residido aquí...
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