Por lo demás, los Oscar cumplieron ayer 84 años. Y se nota. Decía Woody Allen que la vejez no es mala, sobre todo si se compara con la alternativa. Alguien podría pensar incluso que lo que ayer se vivió se parecía demasiado a un funeral. Tan previsible tan formal y con unos canapés tan ricos. Del primer al último instante, el cine se vistió con lo más parecido a una mortaja que tenía para celebrar las glorias de su pretérito perfecto. Tanto The Artist como Hugo, con cinco Oscar cada una, hablan de cuando la gente del cine no necesitaba bótox y eran felices. Pero, sin duda, fue la celebración del cine mudo firmada por Michel Hazanavicius la que triunfó. No en balde, su victoria era la de esa mayoría de académicos que ronda los 62 años (sólo el 14% baja de los 50). El problema no es que las canas ya no se respeten, es que se tiñen mal. Lo que sigue son los momentos de una noche con aroma a naftalina.
Billy Wilder en la memoria. Michel Hazanavicius subió, recogió su premio y dio las gracias a tres personas: Billy Wilder, Billy Wilder y Billy Wilder. ¿Por qué? «En realidad, lo hice para no alargarme. Me hubiera gustado agradecerle el premio mil veces. Lo amo. Es el director perfecto, el alma de Hollywood», dijo ya con el Oscar bien manoseado. El director culminaba así una carrera de galardones absolutamente inédita. De hecho, el equipo llegó tarde el sábado a los premios Spirit del cine independiente porque venían de recoger los Cesar del cine francés un día antes. Y así desde su presentación en Cannes. «Quizá mi película sirva para animar a productores y directores a arriesgarse. Es posible hacer una película muda en blanco y negro y triunfar». Y dicho lo cual, silencio. De oro.
La señora de los Oscar. El dato es conocido. Apenas empezada la gala, una voz en off recordaba que Meryl Streep tiene dos Oscar, 17 nominaciones y... Gasol a su lado es un principiante en eso de las estadísticas anotadoras. Pues ahora uno más gracias al papel de Margaret Thatcher en La dama de hierro y ya muy cerca de Katharine Hepburn (que con cuatro es la Michael Jordan del cine). «Es como volver a ser una niña otra vez. Con esto quiero decir que era una niña cuando gané hace 30 años. Por cierto, entonces, dos de las nominadas conmigo aún no habían sido concebidas» [muchas risas]. Guapa, radiante y pletórica se hizo la dueña absoluta de la sala de prensa. Pregunta de periodista dormido: «Ganó el Oscar por primera vez con Kramer vs. Kramer, después con La decisión de Sophie... ¿En qué se diferencia la experiencia vivida antes con la de ahora?». Respuesta zen, algo somnolienta: «Ayer leí un poema y uno de sus versos me sobresaltó. Quizá no tiene nada que ver con lo que usted pregunta. Decía: 'Es tan extraño estar aquí por primera vez como volver a estar'. En efecto, todo lo que ocurre es extraño». Siempre intensa.
¿Es el tío Oscar gay? Sin duda, el momento más simpático del backstage lo firmó el más veterano (no diremos viejo) de la clase. Christopher Plummer arrancaba como indiscutible favorito por su papel de gay maduro (no diremos viejo) en Principiantes y, fiel al más que previsible guión de la noche, ganó. Viejo (ahora sí), pero ganó. Pregunta: «¿Usted nació en 1929?». Respuesta: «Sí». Pregunta: «¿El mismo año que los Oscar?». Respuesta: «Sí». Fin de la entrevista. En realidad, el diálogo continuó y Plummer tuvo tiempo para deshacer algún que otro malentendido («No es verdad que yo sea el más viejo en ganar un Oscar. Chaplin lo consiguió con 83, aunque fuera honorífico, era un Oscar») y a desvelar, por fin, la sexualidad de tío Oscar. Pregunta: «En la película interpreta a un hombre de 70 años homosexual, me pregunto que sentiría él con un hombre como Oscar desnudo en las manos. Respuesta: «Si es gay, que quizá lo es, le amaría». ¿Qué diría de todo esto María en Sonrisas y lágrimas?
El despiste del 'black power'. Dos eran las actrices negras nominadas. Viola Davis se tuvo que rendir a la evidencia Streep y no se pudo coronar como la sucesora de Halle Berry. Octavia Spencer, sin embargo, como Monique en 2010, se quedó con el reconocimiento como secundaria. Y todo lo expresiva que fue sobre el escenario, se fue en mutismo ante la prensa. Pregunta: «¿Qué piensa al saber que el 94% de los académicos son blancos?». Respuesta: «Realmente no pienso nada sobre el asunto. Me gustaría ser más elocuente, elegante y tener una buena contestación, pero... no sé absolutamente nada». Luther King dio un brinco en el ataúd. Téngase en cuenta que la película por la que ganó habla de eso: de racismo, de lo que no le merece ninguna reflexión.
El actor mudo. «Da gusto el inglés que habla Dujardin. Se le entiende todo». Palabras de Sarkozy. En efecto, más allá de cantar su alegría, la comparecencia ante los medios del actor que batió a George Clooney (una bonita forma de pasar a la historia) fue un clamoroso disparate. «No soy actor americano. Soy actor francés. Sigo en Francia, pero es posible...», dijo en inglés y le faltó añadir ¡Jau! La idea era aclarar que le queda algún curso de inglés para debutar en el cine hablado en Hollywood.
Tristeza patria. Había programada fiesta española por Chico y Rita y la hubo. «No podemos considerarnos derrotados. Esto no es fútbol», decía Trueba después de confesar que la de ayer fue la primera gala que vio. «Sólo recuerdo haberme quedado sin dormir por Cassius Clay». A su alrededor, Julio Medem, el músico Roque Baños, Antonio Resines y, por supuesto, Mariscal: «Muy profesionales los americanos. Va todo al detalle». La experiencia, como la vejez, es un grado.
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