Baqueira no es lo que era, es una de las frases más oídas en la estación de esquí leridana. En los años 80, reyes y príncipes se deslizaban, con más o menos fortuna, por las que se consideraban las mejores pistas de esquí españolas. El manto con remate de armiño daba paso al anorak de pluma de oca de la buena, la corona al gorro de lana y el cetro a los bastones alpinos. Así se mantuvo la estación, primera en el ranking de venta de forfaits hasta que Formigal, en Huesca, le arrebató el puesto en las Navidades de 2017 tras una inversión de 105,4 millones de euros.
¿Se había dormido Baqueira en los laureles de las testas coronadas? Es posible, pero aun así, aun habiendo descendido el subtítulo en la tarjeta de sus esquiadores vip, la estación sigue ostentando el podio del famoseo.
Quien guardaba cola a mediados de los 80 junto al nieto de Alfonso XIII, Alfonso de Borbón Dampierre, da fe del elevado nivel técnico de un esquiador impecable. No ocurría lo mismo con Juan Carlos I, bastante más prudente en sus descensos, o con la reina Doña Sofía, a la que una vez, ataviada con el robótico equipo de esquí, se le había oído decir: «Qué incómodo es esto, ¿no?» Constantino e Irene de Grecia formaban también parte del encuentro happy family real.
Eran tiempos en que el esquí de fin de semana era patrimonio acotado de burgueses acaudalados llegados principalmente del País Vasco y Madrid. Días en que el hotel Montarto, el único con estrellas a pie de pistas, y su discoteca, Tyffanys, eran el meeting point de pijos y fiesteros. La misa de la tarde del sábado era otro acontecimiento y punto de encuentro seguro para políticos y financieros varios. Y si hay un cambio visual por excelencia, extensible a todo el mundo del esquí, es la moda en pistas. El pantalón látex pegado a la piel (fantástica excusa para evitar la resistencia al viento y ganar en velocidad) y los jerseys que marcaban formas han dado paso a prendas holgadas bajo las que resulta difícil acreditar el sexo.
A partir de ahí el crecimiento de Baqueira-Beret fue implacable. Unido a la circunstancia de un mayor poder adquisitivo de las clases más populares y al ya asumido desplazamiento de fin de semana. En 2004, la Princesa Letizia, vestida de rojo y blanco, lo intentó habiendo, incluso, entrenado a diario y durante tres meses sobre nieve artificial en el madrileño complejo Xanadú. Se armó de voluntad y de esquís, tomó clases y decidió que no, que aquello no era lo suyo. Con su toalla tirada, el presagio quedaba impreso sobre las laderas aranesas con un mensaje subliminal: tendrán que continuar las Infantas, las cuñadas.
Y así ha sido desde entonces hasta la reciente Navidad en que el turismo de invierno se ha mantenido con las procedencias habituales con el añadido de esquiadores portugueses en las pistas. Elena, con tabla de snow, y Cristina, con esquís tradicionales, acompañadas de sus hijos respectivos y de Iñaki Urdangarín, único plebeyo que permanece en el grupi, siguen dejándose ver por las pistas, pero han de compartir cartel con famosos de distintas índoles y procedencias. Los pequeños príncipes suelen esquiar ataviados con el equipo del club de esquí Los Copos y siempre con casco protector, que aún no es obligatorio en este deporte, pero sí recomendable.
A Pepe Navarro se le ha visto feliz con su familia, la nueva, y parecía no afectarle mucho el asunto de la reclamación de paternidad por parte de Yvonne Reyes. La ex Miss España María José Suárez intentaba enseñar a esquiar a una de sus hermanas. Feliciano López, el novio de la guapa, ausente.
Ausente también Eugenia Silva, aunque sí estaba su chico nuevo, Pau Donés, voz de Jarabe de Palo. A Laura Ponte, de paseo por las calles, no se le ha detectado novio o benefactor, lo mismo que a Belén Rueda.
La princesa del PP, Ana Aznar, acudió con su Alejandro Agag, de profesión, sus negocios. También Alejandra Prat y su marido, Juan Manuel Alcaraz, Israel Bayón, llegado a la fama de mano de su ex, Vicky Martín Berrocal, Rafael Medina con su novia, Laura Vecino, Blanca Suelves y Johannes Osorio, dos guapos de foto. Todos muy familiares, lo que toca en estas fechas, y pendientes, quien las tiene, de sus respectivas proles.
La cita aprés ski del ahora un tanto casposo hotel Montarto, se ha trasladado a cafeterías de hoteles del valle de Ruda, el nuevo complejo urbanístico con parking gigante y telecabina con acceso hasta la cota 1.800. La cita de misa se mantiene, aunque también Irene de Grecia haya dejado de presidir el tradicional concierto de Año Nuevo. Ciertamente, no es lo que era, ni tampoco ellos lo son.
Por su parte, la burguesía y mayoría de políticos catalanes optan por otro valle, el de La Cerdanya, ya que allí tienen una veintena de estaciones francesas mucho más baratas porque en el país galo es deporte subvencionado.
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