Cristaliza la primavera en perlas liquidas y el corazón romántico gorjea tras el paraguas epitalamios y endechas. Mas, según una interpretación menos tendenciosa, la lluvia que azota Madrid no responde tanto a motivación atmosférica o artística sino a compungido sentimiento por la desigualdad de los hombres y las clases de España.
Que la Madre Naturaleza, enterada de la pelea programada entre Rayito y Aleti para el primero de abril -antes, día de la victoria del fascismo sobre la internacional proletaria, derrama ácidas lágrimas de pesar porque veintidos caballeros en la flor de la vida, representantes de dos instituciones balompédicas madrileñas, hayan de dirimir a orillas del canalizado Manzanares su ser y no ser futbolístico en vez de utilizar el escenario para una festiva merienda de negros. Cualquier choque de «eternos» rezuma morbo y ansiedad. Siempre se enfrentan los mismos rivales y unas veces gana Oxford y otras Cambridge.
Pero la llegada a la primera división de un tercer club del foro ha desbaratado esos esquemas. Pues lo que se pone en juego no es la supremacía histórica de merengues o rojiblancos sino el modo más espectacular de mandar al foso de la Segunda al vallecano conjunto, que distorsiona con su presencia esa alternancia de madridistas y atléticos en el turno canovista del poder liguero. Para ser testigo de esa carnicería se ofrecen localidades de asiento -a mil quinientas la general- y transitan por la M30 autobuses colmados de banderas y familias.
Y tenía que ser ayer, primero de la victoria de las hordas capitalistas sobre ese Muro teutón que reprimía ciertamente la inmoderada avaricia empresarial cuando, extraviada la razón histórica tras el derrumbamiento, y desnortada, por tanto, la famélica legión de desfavorecidos, un abonado a la desgracia metafísica, el rojiblanco atlético, en vez de tender la mano solidariamente a su compañero de lucha contra el patrono voraz, se ensañara con apetito zampabollos en el tierno gorrión implume de su hermano menor.
Porque, bien mirado, ¿por qué no te dejaste ganar ayer, Aleti, para favorecer al Rayito, si nada habías de perder, si a esta altura del campeonato ya la Uefa es tuya y hueles a campeón en el próximo proyecto de Gil? Estas razones platico, solo como un orate, en la residencia de ancianos cuando por el pasillo se desliza la gabardina de Rufino con su transistor de sonotone.
Y cuando es mi primer impulso encogerme por si el aficionado rayista se cobra en mi cuerpo venganza, he aquí que escucho de la boca de Rufino la palabra misteriosa que al principio no entiendo, porque semeja latín de púlpito.
Hasta que Rufino ha de desclavarse el sonotone para repetirme: «eutanasia» y desvelarme la clave de una victoria que hasta ahora me resultaba obscena. Gracias a Rufino, lo que suponía fratricidio se me representa caridad del Aleti, que ha preferido mandar al Rayito a Segunda para que no siga sufriendo en la División de Honor. Tras lo cual, percibo en mi corazón algo que me recuerda a la primavera y abrazo a Rufino como mi colega que es.
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