La liberalización de las telecomunicaciones y el fomento de la competencia han hecho caer un 60% los precios de las llamadas. Obligar a los grandes operadores a alquilar su infraestructura a pequeños rivales ha acelerado el proceso.
«La salud de un mercado no se mide por el número de competidores. Dos no bastan pero tres, o a lo sumo cuatro, pueden ser suficientes para garantizar alternativas a los usuarios». Vittorio Colao, el consejero delegado de Vodafone, opinaba así en una visita reciente a España sobre la inquietud que genera entre los operadores de telecomunicaciones el duopoplio de Apple y Android sobre los sistemas operativos de los smartphones, los dispositivos que han revolucionado la telefonía móvil.
Colao podría haber tenido en mente el mercado español de telecomunicaciones, donde Vodafone -el segundo mayor operador- apunta que Telefónica, el antiguo monopolio, tiende a reconquistar esa condición apoyándose en su propiedad de la infraestructura y en su capacidad para llegar la primera a los mercados de mayor valor, como el de fibra óptica, para quedarse con los mejores clientes.
Pero lo cierto es que más de una veintena de marcas ofrecen servicios de telefonía destinados a usuarios en general o adaptándose a nichos de mercado. El resultado ha sido que, desde 2000, fecha en que la Comisión del Mercado de Telecomunicaciones (CMT) registra la evolución de las tarifas, éstas han bajado en todos los ámbitos y de manera abultada.
La reducción media del precio por minuto con un móvil en llamadas nacionales ha sido del 60%, desde los 23,5 céntimos de 2000 a los 9,76 del año pasado, un retroceso que difícilmente se puede encontrar en otro sector y que a los operadores les da argumentos para explicar que su actividad es deflacionaria. Y lo es por la aparición de nuevos servicios que acaban con otros, como ha sucedido con Whatsapp y los SMS o, sobre todo, la competencia. El volumen de negocio de la telefonía móvil ha crecido un 11% en los últimos seis años hasta superar los 13.400 millones -después de haber alcanzado los 15.000 millones en 2008- si bien la tarta se reparte entre más operadoras. La Comisión del Mercado de Telecomunicaciones ha tenido un papel central en esta evolución.
La última marca en aterrizar fue la renacida Amena. Desde junio, de la mano de su propietaria Orange, se ha situado como marca de bajo coste para clientes que no valoren una red física de tiendas, mostradores con los últimos terminales, servicios añadidos... «Lo que quieren es tener los precios más bajos posibles», explicaba un directivo de Orange el día de la presentación. Amena, como la red social Tuenti perteneciente a Telefónica, son empresas que tratan de retener para sus matrices a clientes jóvenes que, por definición, son los más infieles de un mercado que si por algo se caracteriza es por su infidelidad.
El año pasado cinco millones de clientes dejaron sus compañías para pasarse a la competencia, una cifra que se acerca al 10% del total. ¿Es imaginable algo similar en el mercado de la electricidad, por ejemplo? Durante años, las propias operadoras fomentaron esta infidelidad ofreciendo a los clientes de la competencia teléfonos gratis si se cambiaban a su cuenta. Mientras el mercado crecía en número de líneas y de ingresos por cliente, los cerca de 2.000 millones anuales que gastaban las mayores compañías en esta estrategia comercial parecían bien empleados. Con la crisis hubo que ajustar costes y Telefónica y Vodafone dejaron de regalarlos en marzo y mayo respectivamente apelando a la racionalidad.
Pero el mercado no les siguió y les ha hecho pagar un alto precio por su decisión. Hasta septiembre, Movistar vio salir a casi 700.000 clientes mientras que alrededor de 400.000 dejaron Vodafone. Aunque el número de líneas en activo se ha reducido como consecuencia de la contracción del consumo, la mayor parte de ellos han ido a compañías alternativas como Yoigo y Orange -que sigue regalando móviles- o al pelotón de Operadores Móviles Virtuales (OMV), donde hay desde filiales de operadoras europeas como es el caso de Simyo, a grandes distribuidores como Dia o Carrefour con sus cupones de descuento, pasando por casos de éxito como Pepephone, perteneciente al grupo turístico Globalia.
Claro que introducir competencia ha supuesto una gran cantidad de litigios y conflictos en todas las direcciones y con el regulador por medio. Desde la aprobación de las tarifas planas en 2000, una medida que, según los alternativos, permitiría a Telefónica renovar su monopolio, las medidas más polémicas han sido las de los precios mayoristas del móvil (terminación) porque los precios de 20 céntimos por minuto en 2006 llegarán a 1 céntimo en 2014.
La aprobación por parte de la CMT de los OMV en 2006 también fue muy criticada y, sin embargo, se ha demostrado fundamental para intensificar la competencia más allá de los cuatro principales operadores. Desde la llegada de los OMV, los precios medios de las llamadas nacionales entre móviles han caído un 44%.
La aprobación por parte de la CMT de los OMV en 2006 también fue muy criticada y, sin embargo, se ha demostrado fundamental para intensificar la competencia más allá de los cuatro principales operadores. Desde la llegada de los OMV, los precios medios de las llamadas nacionales entre móviles han caído un 44%.
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